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Sin independencia económica no hay independencia informativa
«La Confederación de la AES forma parte de una larga y rica historia de intentos de integración africana».
«Quienes trabajan mañana, tarde y noche para disolver la Confederación de Estados del Sahel probablemente hayan estudiado cómo se disolvió la Unión de Estados Africanos».
«En realidad se trata de saber si la Alianza de Estados del Sahel constituye un valor añadido duradero a los esfuerzos por la liberación y la unidad de África»
«Es poco probable que países con tradiciones políticas diferentes, como Chad, Senegal o Costa de Marfil, vecinos de la AES, se adhieran a la Confederación sin seguir antes la norma de denunciar sus acuerdos militares con Francia».
«Me gustaría comenzar mi intervención con un poco de historia, un poco larga pero necesaria para comprender que la Alianza de Estados del Sahel no trata sólo de un renacimiento panafricano, sino más bien de la continuidad en la búsqueda de vías para que los africanos asuman su destino político.
El panafricanismo es un movimiento de resistencia, solidaridad y liberación que se originó entre los africanos deportados a América y el Caribe que lucharon contra la esclavitud. El movimiento panafricanista surgió en la diáspora, pero es complementario de la idea de unidad africana. En la historia de África, la región del Sahel siempre ha sido un lugar propicio para la formación de reinos e imperios con estructuras federales y multinacionales. Ghana entre los siglos III y XII, Malí entre los siglos XIII y XV y Songhay entre los siglos XV y XVII son los más famosos de los imperios de África Occidental. También existieron el reino Mossi, que corresponde al corazón del actual Burkina Faso, y el reino Macina. Estos imperios y reinos, fundados en la guerra, la diplomacia, el comercio y la religión, corresponden a la edad de oro de África, los Grandes Siglos Africanos, antes del impacto de la trata de esclavos y la colonización.
Desde el punto de vista histórico, la colonización no es más que una sucesión de golpes de Estado llevados a cabo por las potencias europeas del siglo XIX contra los pueblos africanos que se resistieron para conservar su soberanía. La colonización marcó el fin de la soberanía africana. A partir del siglo XX, con los congresos organizados en la diáspora por DuBois y las redes de retorno a África impulsadas por Marcus Garvey, el panafricanismo acompañó las luchas anticoloniales y se convirtió en un elemento estratégico del nacionalismo africano.
A principios de los años 60, la principal figura del panafricanismo, el líder ghanés Kwame Nkrumah, se fijó como objetivo político la creación de unos Estados Unidos de África, es decir, un gobierno continental que defendiera soberanamente los intereses comunes de todos los pueblos africanos. Nkrumah consideraba que ningún país africano tenía los medios, por sí solo, de resistir a las presiones económicas y financieras de las multinacionales, de existir en unas relaciones internacionales basadas en grandes agrupaciones geopolíticas, o de disponer de un ejército capaz de preservar la integridad de su territorio. Así pues, los Estados africanos que lograron la independencia deben renunciar a su soberanía individual y fusionarse en los Estados Unidos de África.
En 1957, Ghana se convirtió en el primer país subsahariano independiente, con la excepción de Liberia. Un año después, la Guinea de Sékou Touré rechazó el referéndum del General de Gaulle y consiguió la independencia en una clara ruptura con Francia. Frente a la represión francesa, dirigida en particular por Jacques Foccart, Guinea aceptó el apoyo de Ghana y los dos países formaron la Unión Ghana-Guinea. En el mismo referéndum de septiembre de 1958, el pueblo de Níger, movilizado por el partido Sawaba de Djibo Bakary, tomó la misma decisión que el pueblo guineano: romper con Francia. Sin embargo, los servicios secretos franceses consiguieron dar la vuelta a los resultados para que Níger siguiera bajo control parisino. Al igual que en Gabón y en la República Centroafricana, acababan de descubrirse importantes yacimientos de uranio, esenciales para la soberanía energética y militar de Francia.
Al mismo tiempo, Senegal y el Sudán francés crearon un grupo denominado Federación de Malí. Esta federación iba a agrupar también a Burkina Faso, antiguo Alto Volta, y Benín, antiguo Dahomey, antes de que Costa de Marfil se hiciera cargo de estos dos países en otro grupo llamado « Consejo de la Entente ». Tras una serie de crisis y desacuerdos, la Federación se disolvió en el verano de 1960. Senegal obtuvo la independencia en agosto y Malí un mes después, el 22 de septiembre de 1960. Al igual que la Guinea de Sékou Touré, el Malí de Modibo Keita rompió con Francia.
Se creó una moneda nacional y se expulsó al ejército francés, por un lado como parte del apoyo de Bamako a los independentistas argelinos, y por otro para frustrar el plan francés de crear una « organización común para las regiones saharianas », que correspondía aproximadamente a la región del norte de Malí y el sur de Argelia. Poco después, Malí se unió a Ghana y Guinea para formar la Unión Ghana-Guinea-Malí. Embrión de los Estados Unidos de África, con una bandera con los colores de Ghana, blasonada con tres estrellas negras, la Unión de Estados Africanos pretendía añadir a su bandera tantas estrellas negras como países se unieran a ella. Sin embargo, la Unión se disolvió pronto, ya que Nkrumah fue derrocado por un golpe militar en 1966 y también lo fue Modibo Keita por otro golpe militar en 1968. Sekou Touré, convencido de que era el siguiente en la línea de sucesión, endureció su régimen.
Tres países se unen, dos son derrocados por un golpe de Estado y el tercero se ve acorralado. Quienes trabajan mañana, tarde y noche para disolver la Confederación de Estados del Sahel probablemente hayan estudiado cómo se disolvió la Unión de Estados Africanos. En otras palabras, el colapso o la retirada de uno de los tres países de la AES conduciría al colapso del conjunto, mientras que la retirada de tres países de la CEDEAO no conduce necesariamente al colapso de la CEDEAO (1). La Confederación de la AES forma parte de una larga y rica historia de intentos de integración africana. Estos proyectos panafricanos en África Occidental han sido resistidos, por un lado, por la antigua potencia colonial, Francia, en particular debido a sus intereses geoestratégicos, y por otro, a través de sus intermediarios políticos, militares e intelectuales africanos, incluso, en algunos casos, creando organizaciones panafricanas para tener la certeza de controlar el panafricanismo.
Todos los primeros presidentes africanos fueron civiles. Pronto se reclutaron elementos africanos en los ejércitos nacionales africanos para proteger los intereses de Francia en virtud de los acuerdos de defensa impuestos por París a sus antiguas colonias. A esos acuerdos de defensa, que incluyen la presencia de bases militares francesas en varios países africanos -todavía hoy Costa de Marfil, Senegal, Gabón, Chad y Yibuti-, se sumaron acuerdos políticos, culturales, económicos y monetarios, el más emblemático de los cuales es el franco CFA, antiguo franco de las colonias francesas en África. Todos estos elementos se explican en el libro que codirigí, « Françafrique, l’Empire qui ne veut pas mourir ».
La independencia en 1960 no marcó el final de la descolonización, y en cada década se han producido intentos africanos de romper con la dominación francesa o la tutela occidental. La revolución liderada por Thomas Sankara en Burkina Faso entre 1983 y 1987 fue uno de los ejemplos más llamativos, y otros más matizados incluyen la resistencia nacida frente a la guerra de Francia contra Costa de Marfil bajo el mandato de Laurent Gbagbo, o a la guerra de la OTAN contra la Libia de Gadafi, que pretendía financiar un proyecto político y monetario continental. También Burkina Faso, Malí y Níger son tres países que han vivido cada uno su propia experiencia de lucha por la soberanía, al tiempo que evolucionaban en el marco de la « Françafrique ».
Los tres países no tienen salida al mar, se encuentran en una región saheliana que estuvo dividida colonialmente entre España, Francia, Inglaterra e Italia, y que es el objeto de la presencia de Estados Unidos, Rusia y China, por citar sólo algunos países. Los tres países, tras la guerra de Libia, se enfrentan a grupos terroristas o amenazas secesionistas, lo que justificó la presencia militar francesa, luego europea e internacional, a partir de 2013. Los tres países han sufrido golpes de Estado que han llevado a los militares al poder. Los tres países cuentan con importantes recursos minerales estratégicos, como oro, uranio, petróleo, gas natural, fosfato e inmensas capas freáticas.
Sin embargo, estos países, que Francia decía querer ayudar a desarrollar, han permanecido prisioneros de la narrativa de la pobreza y la ayuda al desarrollo desde su independencia. Desde el discurso de La Baule en 1990, esta narrativa ha estado respaldada políticamente por una forma de chantaje: adopta la democracia y Occidente te ayudará. La AES es también un espacio estratégico para la defensa de los intereses económicos europeos y, en particular, para la política de control de la inmigración de la Unión Europea, en la que los países norteafricanos, especialmente Argelia, Libia y Túnez, desempeñan el papel de primera frontera de Europa. En noviembre de 2023, Níger abolió la ley de 2015 que penalizaba el tráfico ilícito de migrantes, inscrito en el marco de la delincuencia transnacional.
En este contexto de guerra multifacética, el 16 de septiembre de 2023 se creó la Alianza de Estados del Sahel mediante la Carta Liptako-Gourma. El detonante fue la preparación de una intervención militar de la CEDEAO para reinstalar en el poder al presidente de Níger, Mohamed Bazoum, derrocado el 26 de julio por los militares que habían puesto en el poder al general Tiani. El Malí del coronel Assimi Goita y el Burkina Faso del capitán Ibrahim Traoré establecieron así un pacto de defensa militar para escapar al control occidental y al marco de la CEDEAO. Los países que se habían mantenido al margen de sus propios asuntos decidieron adoptar un enfoque mucho más endógeno.
La amenaza de intervención militar de la CEDEAO en Níger ha creado una situación de guerra fría en toda África Occidental, con una oposición recíproca más o menos fuerte entre Senegal y Malí, que tienen el vínculo histórico de la Federación de Malí, entre Burkina Faso y Costa de Marfil, que también tienen una fuerte interacción económica y cultural, y entre Níger y Benín, que están unidos por dependencias vinculadas a la cuestión del acceso al litoral. La diplomacia de Estado está haciendo su trabajo para reducir las tensiones, pero la línea panafricanista debe ser aplicar el consejo de Frantz Fanon sobre la necesidad de evitar caer en tensiones intraafricanas, por un lado, y hacer todo lo posible para evitar tener un África que avanza y un África que retrocede. Esta aclaración es importante porque el debate sobre la AES se ha resumido en círculos activistas y mediáticos como un debate a favor o en contra de la AES, cuando en realidad se trata de saber si la AES constituye un valor añadido duradero a los esfuerzos por la liberación y la unidad de África. La cuestión es si el formato de la AES satisface o no las necesidades básicas de los pueblos, a saber, la seguridad y el desarrollo.
La AES es el resultado de un efecto dominó, en el que la decisión de un país compromete a los otros dos. Níger, después de Malí y Burkina Faso, también ha denunciado los acuerdos de defensa y ha conseguido la salida del ejército francés, cuya base principal sigue estando en el vecino Chad. Por consiguiente, es poco probable que países con tradiciones políticas diferentes, como Chad, Senegal o Costa de Marfil, vecinos de la AES, se adhieran a la Confederación sin seguir antes la norma de denunciar sus acuerdos militares con Francia. Aun así, el documento fundacional de la Alianza, la Carta Liptako-Gourma, está rodeado de precauciones, con un preámbulo en el que la AES «reafirma su adhesión a la legalidad internacional y regional, consagrada en particular en la Carta de las Naciones Unidas, el Acta Constitutiva de la Unión Africana y el Tratado revisado de la CEDEAO ».
(Sigue…)
Amzat Boukari-Yabara es historiador franco-beninés, presidente de la Liga Panafricana Umoya (LP-U) y autor de varios libros publicados en francés.
Nota:
1) El Brexit no puso fin a la UE. Marruecos abandonó la Unión Africana y Mauritania la CEDEAO en 2000.
Traduccion del francés : Redacción La Comuna.
Reproducido con la amable autorización del autor.
Fuente original : Cetim
Lectura recomendada : Níger: ¿otro golpe de estado… o la revolución panafricana?
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